“Ven a beber de mis aguas sagradas
la inspiración que necesitas.
Zambúllete en mi transparencia sanadora
y arde en el fuego
de mi belleza.
Fúndete en el calor de mi fragua
y sal de mi atelier
transformada en una joya.
Prueba mis hierbas sagradas
para despertar la propia medicina.
Yo soy la Diosa que alimenta
la poesía y la verdad,
la salud y el canto.
Soy Brighid, la Dorada,
no dejes que mi llama
se extinga jamás
ni permitas que sea arrebatada
del hogar de tu corazón.”
Sandra Román
Brighid es la Diosa a la que se encomendaba esta celebración sagrada presente en la rueda del tiempo anual celta, a principios de febrero.
En este momento en el que el invierno se encuentra a mitad de camino, las mujeres de las comunidades paganas celtas celebraban el fuego y el agua de la Vida. El Agua como origen de la Vida y el Fuego como calor del Sol que, nacido en Yule, llegaría a alumbrar lo necesario para que brotara la vida, de nuevo, en la primavera.
La iglesia transformó esta Diosa en Santa, viendo que erradicarla de las memorias de las gentes era imposible. Así, Santa Brígida se convirtió en la santa de la fiesta que tenía origen en Imbolc: “La Candelaria”. Además, también se conoce como la “Fiesta de la Purificación”, pues era el momento de limpiar y limpiarse para dar paso a nueva etapa de Sol, de brotes, de germinación de la vida.
Esta Diosa matrona que, incluso en la Biblia aparece como la santa a la que los ángeles llamaron para ayudar el alumbramiento de Jesús fue, durante mucho tiempo, la Diosa a la que encomendaban los partos, la Comadrona Sagrada.
Conocemos cómo se celebraba y algunos rituales celtas, gracias al trabajo de historiadores y, también, gracias a que la zona de Irlanda nunca llegó a ser cristianizada, de verdad. Sus cultos y deidades precristianas fueron, durante siglos, presentes en la imaginería popular del pueblo, en sus cantos e historias de tradición oral.
En Kildare permaneció activo, hasta el siglo XVIII, un templo en el que se custodiaba la llama de Brighid. Cuando se cristianizó, sus sacerdotisas fueron reemplazadas por monjas católicas que se conocían como las “hijas vírgenes del fuego”. El fuego de este templo se apagó en manos de Enrique VIII, cuando obligó a que los monasterios se disolvieran.
Podemos volver a encender la llama de Brighid en nuestros hogares, en nuestros corazones, de nuevo. Podemos volver a festejar como nuestras ancestras manteniendo vivas unas tradiciones que, muy a pesar del cristianismo más severo, nunca pudieron enterrarse del todo.
Si deseas unirte con nosotras para celebrar Imbolc como ellas, únete al taller online: “La celebración de Imbolc en la Vieja Europa”.
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